Actividad emocionante que combina deporte y paisajes espectaculares de roca en un medio acuático, pero a su vez es una de las actividades que más accidentes genera por número total de practicantes. Te damos una serie de pautas sencillas para que sepas qué tienes que tener en cuenta antes de entrar en el descenso de un barranco.
En nuestro artículo dedicado a los consejos básicos de seguridad en montaña te hablábamos de varios pilares que sustentan no sufrir ningún tipo de incidente: formación, prevención y auxilio. Vamos ahora a centrar el artículo que estás leyendo en el descenso de barrancos, una actividad que suele ser bastante mediática cuando ocurre algún accidente y que, aunque tiene fama real de ser bastante lúdica, conviene no despreciar los peligros ante los que nos enfrentamos.
Un medio tan cambiante y dinámico como es el cauce de un río o un barranco nos enfrenta con una realidad a la que tenemos el hábito de ver cara a cara. Quienes acudimos con cierta regularidad a la montaña apreciamos los inexorables cambios que en ella suceden: no solo los discretos cambios de la naturaleza que se abre paso o las modificaciones propias de cada estación, sino los efectos de cambios más o menos impetuosos provocados por aludes, tormentas o gelifracciones por hielo.
Los cambios atmosféricos tienen en los barrancos un caso especial. Como grandes colectores de la precipitación caída y de la fusión producida por el calor, los barrancos reciben buena parte del caudal de sus cuencas y con él la fuerza de erosión y transporte propio de las cabeceras. La humedad, el carácter encajado, la verticalidad y el movimiento y fuerza del agua crea un terreno inestable y permanentemente modificado que nos debería poner alerta y progresar con precaución en cualquier circunstancia.
Condicionantes del medio ambiente
Aislamiento e incomunicación
Cuando hablamos de situaciones de aislamiento no tenemos que imaginarnos remotos lugares en regiones inhóspitas. En muchas ocasiones, la orografía del terreno y las características del lugar pueden hacer que la comunicación con el exterior, e incluso entre el mismo grupo, sea imposible o se retrase mucho más de lo deseable en las cercanías de zonas pobladas.
El fondo de los barrancos suelen tener difícil escapatoria y es una clásica zona de sombra para las telecomunicaciones a lo que podemos sumar el estruendo del agua en barrancos con cierto caudal que impide que nos escuchemos con nitidez incluso dentro del cauce. En esas circunstancias, pedir ayuda exterior suele volverse una tarea muy complicada en caso de necesitarlo, ya que suele implicar que una parte del grupo avance para pedir ayuda utilizando algún escape o finalizando el descenso mientras otra parte asiste a quien lo necesita.
Para prevenir estos casos se hace esencial una planificación perfecta de la actividad conociendo al detalle la reseña del descenso con los posibles escapes y tiempos previstos de finalización. De este modo, podremos ser más eficientes a la hora de pedir ayuda exterior e indicar con precisión el lugar donde es necesario acudir al rescate.
Igualmente, además de la evidente posesión de un teléfono móvil con batería una vez que hayamos logrado cobertura, la utilización de silbatos (conociendo previamente el código de comunicación) y walkie-talkies puede ayudar enormemente a reducir el tiempo de espera tras un accidente o bloqueo.
Caudal
Somos gente de montaña y tenemos costumbre de ver cómo varían las condiciones del terreno que pisamos. Nevadas que cubren los picos, heladas que forman corredores en invierno o la primavera que nos va poco a poco retirando de los deportes más puramente de invierno. Sin embargo, las crecidas en barrancos es una de las experiencias más impetuosas y complicadas que podamos encontrar. No solo la evidente lluvia puede hacer que descubramos que nuestro descenso lleva más agua de la que esperábamos; el deshielo a principio de temporada, una tormenta en cabecera de la que ni siquiera estamos siendo conscientes o una apertura de compuertas en una presa situada aguas arriba puede ser problemática e incluso dramática. Esto no afecta solo al cauce que estamos descendiendo, sino también a los afluentes aguas arriba del tramo que recorremos.
Herramientas como el SAIH (Sistema automático de información hidrológica) de las confederaciones hidrográficas, además de un manejo constante y una interpretación adecuada de las previsiones meteorológicas son básicas en la preparación de un descenso. Ten en cuenta que la respuesta de crecida de un cauce a precipitaciones o deshielo tiene que ver con una variabilidad de factores enorme:
- intensidad y distribución de las precipitaciones, cantidad de nieve acumulada en cabecera o posible apertura de presas,
- temperatura ambiente que afecte a la fusión de nieve,
- orientación y amplitud de la cuenca hidrográfica,
- verticalidad y carácter encajado del descenso,
- tipo de roca,
- densidad de la vegetación,
- humedad previa del terreno,
- existencia o no de infraestructuras como presas, azudes de derivación o muros de contención…
La interpretación de todos los factores posibles excede las posibilidades de un artículo generalista como este, pero te recomendamos que te formes adecuadamente para el correcto entendimiento de la hidrología de un barranco.
Turbidez del agua
No siempre vamos a encontrar el agua cristalina. Es lo ideal, pero no siempre tendremos esa suerte. Sedimento arrastrado, grupos que han pasado antes y han removido el lodo del fondo o movimiento de agua que genera burbujas que impiden ver el fondo son algunas de las situaciones habituales en los barrancos.
Sin la visión adecuada del suelo que pisamos la progresión se hace lenta e insegura. Si no prestamos la suficiente atención además se puede volver peligrosa al aparecer el riesgo de tropezones, caídas, resbalones y enganchones con ramas o otros objetos. Además, la turbidez nos impedirá apreciar la profundidad o la existencia de obstáculos bajo el agua lo que convierte a los saltos en un riesgo inasumible.
Estado de las instalaciones
En todas las actividades de montaña es esencial comprobar el buen estado de las instalaciones que vamos a utilizar. Muchas actividades de senderismo ya incorporan cadenas, clavijas o cables cuando existe algún paso expuesto que conviene asegurar, pero en actividades verticales donde la progresión ascendente o descendente es la norma tenemos que utilizar instalaciones que aseguren la actividad.
En barrancos, es habitual que el medio cambiante en el que nos movemos deje las instalaciones afectadas en diferente grado según la cercanía de los anclajes al caudal y la intensidad de la crecida, así como la degradación de elementos textiles (cuerdas de pasamanos, cordinos y cintas) por su exposición a los rayos ultravioleta del sol, la afectación por filos cortantes y roces con cuerdas y también por la humedad. Los anclajes metálicos también pueden haber sufrido desperfectos en épocas de crecida o estar oxidados si no se ha elegido bien el material. Recordamos aquí la importancia de no equipar pasamanos con cable por el riesgo de afectar a los anclajes en caso de crecida. Una rama o tronco que queda atrapada en un pasamanos romperá una cuerda, pero no un cable y debilitará toda la instalación.
Obstáculos
La variedad de obstáculos en un barranco es enorme. No solo las cascadas son un accidente orográfico al que hay que encontrar solución de paso mediante rápel, salto o destrepe cuando no se pueden evitar saliendo por fuera del cauce, sino que podemos encontrar bloques y troncos sueltos que generan un sifón o un caos cuando son numerosos y agrupados y también hay que considerar como obstáculos los propios movimientos peligrosos de agua.
Ante los movimientos peligrosos de agua la acción más inteligente es evitarlos siempre que sea posible. Para ello necesitaremos identificarlos adecuadamente y saber sus peligros y cómo no vernos atrapados en ellos. Rebufo, sifón, remolino, drosage, encorbatado, contracorriente… cada movimiento de agua tiene su característica específica que ayuda a reconocerlo y saber cómo actuar cuando los detectamos. Para ello, la formación en su identificación y las técnicas adecuadas para cada situación es básico si queremos ser solventes en aguas vivas.
Materiales
Importancia del equipamiento específico
En el barranquismo abunda más que en cualquier otra actividad técnica de montaña el practicante lúdico y ocasional que se conforma con probar una vez y no tiene intención de continuar con cierta asiduidad. No existe problema en eso, ya que habitualmente el material empleado se alquila en empresas de turismo de aventura con reconocida solvencia y profesionalidad, pero en ocasiones es un amigo o conocido quien, con buena fe, nos presta material ya desechado para escalada para que podamos realizar un descenso.
Cuerdas dinámicas, arneses de escalada, neoprenos de submarinismo o cascos y mochilas de los más variopintos deportes, por no hablar de zapatillas en variedad sin igual de estado de conservación pueden ser observados en grupos de amigos que se aventuran en conocidos descensos todos los veranos. Todo ello hace que, además de posibles accidentes como cuerdas dinámicas cortadas en filos o frecuentes resbalones y sus consecuencias, la actividad se convierta en tremendamente incómoda e incluso peligrosa.
Debemos reivindicar la importancia de material adaptado y seguro para cada actividad. El equipamiento de circunstancias puede tener consecuencias que, en el mejor de los casos, serán incómodas y en otras ocasiones pueden provocar o agravar una situación de peligro. Te dejamos aquí el enlace al artículo sobre material de barranquismo para que puedas conocer por qué es importante disponer de material adaptado.
No prescindas de material esencial, pero tampoco cargues son cosas superfluas. Tan importante tener previsión para no echar nada en falta como no llevar material inútil que solo van a aportar peso, ralentizar la marcha y quitar espacio en la mochila. En saber anticipar adecuadamente lo que vamos a necesitar para cada descenso está la virtud de no cansarnos innecesariamente durante la actividad. En caso de duda, no obstante, es mejor ser precavido que temerario.
Buen estado de conservación del equipo
Si es importante disponer de material específico, no menos importante es que este material se encuentre en perfecto estado. Cuerdas sin “flores”; mochilas, arneses y descensores sin signos de desgaste; cascos sin abolladuras; mosquetones y piezas móviles de nuestros dispositivos en perfecto funcionamiento y neoprenos y calzado sin roturas ni agujeros son un básico para un descenso con seguridad.
No deberíamos esperar al inicio del barranco para darnos cuenta de que una pieza de nuestra equipación no está en las mejores condiciones. Cuando sequemos y recojamos nuestro material tendremos que hacer una revisión atenta de todas las piezas para comprobar que permanecen en buen estado y, en caso contrario, detectar y subsanar cuanto antes el problema para no realizar un próximo descenso sin garantías de seguridad.
Usar botas con desgaste tanto en suela como en ajuste nos provocará inseguridad en la marcha, los neoprenos con agujeros nos hará no tener completo confort térmico y golpes o defectos por desgaste en el resto de equipación puede provocar un fallo en el momento más inadecuado.
La progresión en los barrancos
Progresión en grupo
El modo habitual de progresión en barrancos es hacerlo en grupo compacto avanzando en fila india. De este modo, no solo se colabora en las dificultades y se puede avisar de los obstáculos de un modo eficiente, sino que cada miembro del grupo es capaz de atender y asistir rápidamente al resto. Para una progresión segura se hace necesario que quien abre y cierra el grupo sea gente suficientemente capacitada para anticipar riesgos y asistir a quien lo necesite.
Por seguridad, comodidad y por respeto de los seres vivos que habitan y crían en los lechos de los cauces, siempre que se pueda es mejor avanzar por las orillas o hacerlo nadando. Aunque no sea nuestra intención, pisar el fondo de los barrancos puede acabar con muchos individuos en zonas remansadas y enturbiar el agua para nosotros y el resto de grupos que vengan por detrás.
El número adecuado de integrantes del grupo dependerá de las características del descenso, de la habilidad y experiencia de cada miembro y de la cantidad de material colectivo (cuerdas, por lo general) del que podamos disponer. Un número reducido de personas por grupo -dos o tres- tiende a ser ágil al reducir las esperas en rápeles y pasos complicados, aunque puede ser problemático si surge algún incidente. Por el contrario, en los grupos numerosos las maniobras colectivas como recoger cuerdas, la instalación de anclajes si procede o turnarse llevando material puede hacerse de un modo más cómodo llevadero, pero el avance suele ser más lento.
No es lo común, pero a veces hay gente que opta por emprender descensos en solitario. No parece la mejor de las ideas; un bloqueo o un accidente, cualquier imposibilidad de continuar avanzando en un medio hostil y aislado y sin posibilidades de dar aviso puede ser fatal antes de que noten nuestra ausencia y envíen ayuda. Si aún así decides ir en solitario, es esencial elegir un descenso concurrido para poder ser detectados en caso de problemas y siempre dejar dicho dónde estamos.
Parece absurdo también tener que recordar que no hay que dejar a nadie atrás. De poco sirve ir en grupo si no prestamos atención a quien queda último; si esta persona sufre un percance la situación es la misma que yendo en solitario. Dependiendo del caudal y de la orografía puede ser, además, imposible volver a atrás para saber qué ha sucedido y asistirle.
Anticipación y aviso de los peligros objetivos
Quien va por delante en el grupo debe de avisar al resto de componentes de la existencia de cualquier obstáculo o peligro, además de vigilar la progresión compacta del grupo estableciendo un ritmo asumible para todo el mundo.
Dentro de este apartado merece explicación aparte la importancia de la comprobación de los saltos. El salto es una maniobra imprescindible en situaciones concretas de caudal excesivo ya que, si la poza de recepción tiene la suficiente profundidad, es rápido y permite elegir un lugar de recepción lo suficientemente alejado de los movimientos peligrosos de agua. También evita la tarea de montar y recoger cuerdas haciendo más ágil el descenso y, por qué no decirlo, en la mayor parte de las ocasiones tiene un gran componente lúdico y de emoción.
Sin embargo, el salto es una de las acciones de un descenso que más accidentes genera. Un resbalón, falta de puntería, una recepción en postura incorrecta o encontrar menos profundidad de la que esperábamos puede desencadenar una lesión traumática. Es básico saltar con decisión y sabiendo dónde debemos caer. Para ello hemos de tener la seguridad de que el salto es factible comprobando en persona si es necesario la profundidad antes de realizar la zambullida.
Técnicas específicas
Damos por hecho que sabes rapelar y que tienes cierta habilidad para moverte en terrenos resbaladizos y en ocasiones inestables como es un cauce de montaña, pero no terminan ahí los requerimientos técnicos para tener autonomía en un descenso.
¿Conoces diversos nudos para unir cuerdas adaptados a cada circunstancia? ¿Sabrías bloquearte voluntariamente en un rápel para no tener que utilizar las manos? ¿Conoces el nudo de ocho, dinámico, ballestrinque, pescador doble, mariposa y de cinta plana? ¿Sabes recoger adecuadamente la cuerda? ¿Podrías asistir a alguien que ha quedado bloqueado en medio de un rápel? En descenso con caudal alto, ¿Sabes montar un rápel ajustado desembragable? ¿Sabes identificar los diferentes movimientos de agua y cómo actuar si te ves atrapado en ellos?